CIUDAD DE MEXICO, 1 de septiembre de 2020 /PRNewswire/ — Los cultivos de palma de aceite para uso comercial surgen en 1950 y llegan a Latinoamérica en 1970. Entre los aceites vegetales, la soya lideraba el mercado pero el aceite de palma se distinguió por su eficiencia productiva. De este aceite se obtienen dos productos al procesarlo de forma industrial, la estearina y la oleína de palma. La estearina se utiliza en la producción industrial de jabones, detergentes, cosméticos, velas, grasas lubricantes, entre otros; mientas la oleína se emplea como aceite comestible principalmente.

En México, su desarrollo comenzó en 1990 y en 2020, y desde entonces se sumó a la tendencia global de certificar los procesos para producir aceite de palma sostenible, situación que posiciona a la nación mexicana junto a otros países de América Latina.

De acuerdo al estudio “Situación, retos y tendencias para el desarrollo rural sustentable” del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria (CEDRSSA), la palma aceitera “es considerada un cultivo de alto rendimiento, no solamente por la cantidad de aceite que su fruto produce por hectárea, sino también por la variedad de productos generados de otras partes [del fruto] y por su utilización (actual o esperada) en la industria“.

Mediante entrevista exclusiva con NotiPressFrancisco Naranjo, director en América Latina de la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible (RSPO) clasificó la producción de la planta perenne como un producto con ventaja competitiva frente a otros aceites vegetales. Alta productividad y versatilidad “hacen que el aceite de palma tenga un impulso muy grande” y esto lo convierte en uno de los aceites ganadores en el mundo.

Sin embargo, el boom de estos cultivos alentó nuevas plantaciones de forma muy agresiva y con ello un sector de la población manifestó preocupación, debido a la introducción de problemas ambientales y sociales. Como resultado de estas preocupaciones, nació RSPO, con el propósito de certificar una producción sostenible, es decir, asegurar que el aceite obtenido no es resultado de la deforestación ni de la alteración del hábitat.

La llegada de los cultivos de la palma aceitera a Latinoamérica fue diferente a cómo se originó en las naciones asiáticas. “En países como Colombia, Ecuador, Honduras o Guatemala, normalmente la palma viene a ser un cultivo que reemplaza a otro cultivo anterior“, ilustra Naranjo. Son las condiciones en que se establecieron en América Latina las que generan oportunidades para un desarrollo sostenible en la región, comparado a las circunstancias originales en el sureste asiático. No obstante, los mercados ejercieron presión para alcanzar un crecimiento responsable. Por su parte, José Miguel Hernández, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales (INIFAP), dijo en entrevista a El País, “a diferencia del sureste asiático, en México lo único que se hace es una reconversión productiva“.

Debido al auge del aceite de palma, las exigencias empezaron a ser cada vez mayoresEuropa impulsó una normatividad en 2020 con el propósito de restringir la importación y autorizar solo aquel aceite cuya procedencia acredite la certificación de sostenible. En este contexto, las condiciones de producción de la palma aceitera juegan un rol estratégico y las oportunidades se maximizan al tener Latinoamérica un escenario óptimo para el abastecimiento responsable.

América Latina supera las expectativas como candidato a liderar una producción sostenible, expresó Naranjo. En 2014, habían dos o tres empresas certificadas y, a julio de 2020, 48 plantas extractoras de un total de 200 en la región tienen la certificación de producción sostenible. El director de RSPO para América Latina pronostica, el 50% de las plantas estarán certificadas hacia 2025.

Pese a los esfuerzos de la industria, los consumidores latinoamericanos aun no utilizan su poder de consumo para hacer valer los productos certificados. Esto “se va alcanzando paulatinamente a medida que los mercados maduran y los consumidores priorizan la sostenibilidad a la hora de escoger entre un producto y otro“, agrega Naranjo. Pero no por ello la industria merma sus esfuerzos de lograr una producción sostenible del aceite de palma. La Federación Mexicana de Palma de Aceite (FEMEXPALMA) dio a conocer en marzo de 2020 durante el II Congreso Palmero Mexicano la noticia de las primeras plantas de beneficio certificadas en México. Esto pone al país a la vanguardia, alineándose como un promotor de América Latina y buscando el posicionamiento de la producción de aceite de palma sostenible.

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